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Blue Orange Green Pink Purple

Mesa No.21

Un no lugar para compartir...

[ Definición del amor. ]



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Si tan sólo te tuviera cerca,
si sólo pudiera tocarte…
Si tan sólo me anhelaras así como yo te anhelo…
Si este terror a morir no me paralizara, si tan sólo existiera...
Si tan sólo te pudiera tocar.…

16 comentarios | Publicado por Sergio HF edit post

La vida difícil de una función (borrador)

Tenemos algo abandonada la mesa. Pongo el borrador de una historia (que todavía no termina por gustarme del todo):

Soñé con un espacio de funciones cuadrado integrables. Era un mundo raro. Me encontraba, era un simple espectador, con la historia de la tragedia de una función. Cumplía con casi todas las características que toda función, en ese espacio, debía tener menos dos: no anticonmutaba ni se podía normalizar. Hablaba mucho con su dual. Esa función venía del extraño reino de las funciones duales, quienes también también formaban parte del espacio de las funciones cuadrado integrable.

La vida era difícil para esa función porque lo había intentaba todo. Se multiplicaba por pi, se dividía entre la raíz cuadrada de dos pi, entre otras cosas y no le funcionaba nada. No podía normalizarse. Algunas funciones amigas (cercanas) le sugiririeron varias veces que probara suerte en otros espacios pero ella siempre se negaba y suspiraba por encontrar el dual con quien finalmente pudiera normalizarse. Otros le decían que era cuestión que se mentalizara y que más temprano que tarde, encontraría la solución a su problema.

Por parte de sus funciones primitivas (supongo que sus padres o algún tipo de ancestro) le decían que buscara representar partículas bosónicas (las cuales igual que ella conmutaban) pero ella lloraba y les reprochaba que le quisieran impedir que realizara su sueño de ser una función -de onda- que representara fermiones pues ella creía firmemente en el principio de Pauli; porque ella no podía ocupar el mismo estado que otras funciones...

¡Ella sólo quería ser antisimétrica!
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Buena persona

Perdí mi licencia de manejar. Desde que me di cuenta confieso que temí encontrarme con tránsitos y militares. "¿Por qué no trae su licencia?" Imaginaba que me preguntarían. Me incomodaba la posible pregunta porque no había nada glamuroso que contar ningún asalto ni levantón ni nada. Es más ni hubo teiboleras que se hayan querido pasar de lanza bajándome mis papeles. No, todo fue un simple descuido.

El problema es que hoy se me fue la onda y yendo con prisa por Colegio Civil me salió un tránsito que estaba detrás de un poste. No estaba visible el señor. No tenía porqué estarlo, por otra parte, pues se debe conducir con cuidado de todos modos. El caso es que apareció, así como los militares de mi sueño, como fantasma. ¿Y si era el alma de un tránsito en pena? Quién sabe. Para ser fantasma fue muy real.

Claro, me regañó por la velocidad y la licencia. No le pareció divertido que como explicación de porqué no traía la licencia le hubiera dicho que no estaba perdida, andaba de parranda. Pidió respeto para la autoridad. Cumplía eficientemente con su trabajo, me contó, por eso me exigió respeto.

Me explicó que el trámite de una nueva licencia se complica porque hay que ir a reportarla perdida al ministerio público. Le quise decir que no anda perdida.... pero no me dejó. Me parece ridículo irla a buscar a las cantinas. ¿Y a qué hora voy? Imaginé que tendrían una vitrina especial para licencias perdidas. Sacó su libretita y empezó a anotar mis placas, mis datos, etc. Luego de repente encabronado la cierra y me dice: "¡No, a mi no me gusta perjudicar a la gente!". Casi me río. ¿De qué hablaba? Me informó que él es buena persona que no le gusta dañar a los demás. Por echarme la mano no me iba a dar la multa, sin compromiso, que si me quería ir lo podía hacer... pero que también pensara que podría dejarle para las cocas, verdad, porque está duro el calor. "Eh, pero es sin compromiso. No me vaya a perjudicar. No lo estoy obligando a nada". Me pareció muy chistoso que su gesto amistoso consistía en no pedir nada a cambio pero al mismo tiempo daba por hecho que le iba a dar varo.

Le agradecí mucho su honestidad, gracias a Dios existe gente como él, que sin pedir nada a cambio ayuda a los demás. Le di la mano. Creo que pensó que aprovecharía para darle lo de las cocas. Se sacó de onda aunque salió del momento de tensión recordándome que él es buena persona.
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Por eso nadie los quiere

Beto fue a buscar a su amiga Xiara. Como no la encontró se acomodó en un sillón y se tomó un par de cheves. En el rato que tardó en tomárselas dos veces se acercaron a saludarlo unas desconocidas. Las dos le preguntaron lo mismo. ¿Por qué tan solo? A las dos les contestó que estaba solo porque nadie lo quería. Ellas, las dos, se rieron por la exageración. Como respuesta sólo se encogía de hombros y le daba un trago largo a la cerveza y sonreía. Las dos, cada una por su parte, volvieron a preguntarle lo mismo: ¿y a qué te dedicas? Doy clases, les dijo. Ah, ¿y de qué? De Matemáticas. ¡Matemáticas! No, eso nunca se ma ha dado, cada una comentó lo mismo. Se rió y le dio otro trago a la cerveza. Le dijeron que nunca fueron buenas para las mates. Una le contó que era hábil en geografía, historia, etc. pero nunca para las matemáticas. Las dos siguieron hablando y terminaron diciendo que odiaron a sus profes de mate porque las hicieron sufrir. Beto, le dio otro a su cerveza y les dijo, ¿ya ven como no me quiere nadie? Se rieron mucho. Las dos estuvieron de acuerdo que no era para tanto que si fueran sus alumnas seguro lo amarían. Quién sabe, se rió. Se rió mucho pero seguramente lo odiaron cuando les dijo que no les iba a invitar una copa...

Cuando se fueron se quedó divertido imaginando que ellas pensaban pinches profes de mate por eso nadie los quiere.
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¿Qué hago aquí?

Es una historia reciclada (del verano del 2004):

No ha sido tan terrible después de todo. Sin embargo, ahorita podría estar en pleno vértigo y hasta emocionado, en la Cd. de México; y casi listo (es un decir) para la presentación del libro de Luis Felipe. A cambio de eso, estoy en el recibidor de mi casa, oyendo cómo acaban de desmadrar mi baño que… bueno, con o sin remodelación, esa madre se iba a terminar cayendo por sí solo; aunque no sabíamos cuando. Por este motivo se decidió ponerle un ultimátum: o te caes o te tumbamos. Creo que nunca, en la vida del sanitario, se portó más digno, pues decidió aguantar hasta el final a pesar de mi protesta/queja: “chin cabrón, era mi primer día de vacaciones…”

El punto es que aquí estoy bien divertido oyendo como torturan al azulejo que, solidarizándose con el baño, se niega a quebrarse. Como no permite que lo quiten, le pegan más duro y… ¡yo podría estar en México chingado!

Podría estar bien contentote caminando en la ciudad de la esperanza, con la esperanza que no me asalten (o cuando menos de no ser víctima de complot alguno), y de no perderme como la primera vez que me fui al cinvestav solo. Creo que Jorge nunca me dio señas más confusas como en esa ocasión; tan confusas que el Idrish gritó “¡se va a perder!”, mientras mi amigo le decía que no y que, además, era el camino más seguro… lo que no entiendo todavía es que necesidad había de tomar el metro si de todos modos tenía que subirme a un micro… pero esa era precisamente mi duda; si tomaba el micro en la avenida: ¿me bajaba en el primer o segundo semáforo? Lo curioso del asunto es que con quien quería hablar era con Alejandro pero nunca contestó. Menos mal que Idrish no sugirió que evocara al “poder mental” para que recordara si después de haberme bajado en el semáforo, y haber tomado la pesera que me dejaba en la avenida politécnico nacional, debía ir hacia la izquierda o la derecha.

Me armé de valor y me subí al primer micro que pasó. Me bajé en el segundo semáforo, donde tomé la siguiente pesera. Me aseguré que no dijera Margarita M. de Juárez (de ese detalle sí me acordaba, aunque la verdad nunca vi uno que mencionara el nombre de la esposa de Juárez, en fin), pasé por la plaza (¿las torres?) en donde hay un vips, pero después del hospital empecé a tener dudas porque el IPN comenzaba mucho antes de lo esperado. Creo que me bajé en la Av. Politécnico y ahí sí que ya no sabía muy bien qué hacer. Caminé y no reconocía nada, absolutamente nada. Tuve la ocurrencia de preguntarle a alguien que pensé era guardia y que al ser empleado, podría orientarme, y no, inesperadamente dijo no saber, y hasta me aseguró no haberlo oído nunca… ¿nunca? Nunca. En la desesperación le pregunté a un taxista. Sugirió que viera la numeración. Era mala idea, pero aún así busqué en mi mochila un sobre de unos papeles en donde traía la dirección del cinvestav. A él tampoco le sirvió de mucho porque tampoco se ubicaba.

Supongo que le contagié la prisa porque ofreció darme una vuelta por la avenida. No me cobró pero me sentí obligado a darle una propina. Lo chistoso es que al subirme al carro, mágicamente me ubiqué (además recordé dónde solía dar vuelta Alejandro). Ese día llegué media hora tarde a clase.

Otra ocasión que me perdí, fue por un acto solidario de parte de los estudiantes del Poli con los paristas (CGH) de la UNAM. Hubo un compañero que quiso hacer proselitismo a favor del paro, pero otro compañero de propedéuticos (que iba de Toluca) lo detuvo pronto: “ustedes nunca nos apoyan cuando los necesitamos”. Por más que lo intentó convencer no lo logró. Afortunadamente no lo intentó muchas veces, además no iba todos los días.

Entonces, ese día al salir del cinvestav a tomar el micro para regresar a casa, me encontré con un flujo impresionante de personas. Aunque no fue secreto, nunca me enteré (tampoco quise) de la fecha exacta de la marcha. De lo que sí me acuerdo, es que durante el día noté cierto nerviosismo en los edificios. Tengo la vaga idea de que en una de mis visitas a Flor (a pedirle café) alguien le preguntó si iría (nunca mencionaron explícitamente la palabra marcha, así que bien se pudo tratar de otra cosa). La cuestión es que en la salida me sorprendió la cantidad de gente, y admito que me angustió la duda de no saber qué hacer, pero lo que más temor me daba era que los camiones cambiaran su ruta habitual.

Sentí un cierto alivio cuando vi un camión en el lugar de siempre. Creo que aunque quisiera, no se podía mover pues el tránsito por la avenida politécnico era imposible. Sin embargo, el chofer tomó una decisión inesperada. Se fue en reversa hasta una calle desconocida (para mí) y así comenzó a cambiar su ruta. Llegó a Montevideo antes que los estudiantes (tampoco puedo asegurar que fueran a pasar por ahí). Mi primer error ocurrió que no me di cuenta cuando cruzamos el eje central. Me fijé cuando cruzamos otra avenida (que ahora no recuerdo como se llama) y pregunté si se regresaba o qué onda. Me bajé (bueno creo que nos bajaron)...ah, es que alguien le preguntó por el eje central y en ese momento me di cuenta que también a mí se me había pasado. Según yo nunca había pasado por ese lado (rumbo) de Montevideo, pero a la distancia creo que debo decir que sí, aunque como de costumbre no me fijé en ningún detalle o referencia… Hay una anécdota de un jugador del Racing de Avellaneda (equipo argentino) que después de hacer una jugada increíble (burlando a varios defensas) en lugar de festejar, le dio de patadas al suelo levantando tierra, dizque “para que no vieran por donde había pasado”. Creo que sí yo lo intentara no podría porque siempre voy pensando o poniéndole atención a otra cosa… yo no podría borrar mis pasos, me cae.

Así fue como me encontré en la otra avenida (después de como una hora) medio ubicado pero sin saber del todo por dónde podría llegar a la casa. Le hablé a Alejandro y su sugerencia fue que tomara cualquier camioncito que dijera “progreso”. En apariencia era sencillo, sin embargo, me subí en uno que decía “nuevo progreso”, cuando yo iba a “progreso nacional”. Me empecé a dar cuenta que no iba para el rumbo indicado cuando subimos a un puente que nos alejaba del lugar. Seguí con la duda durante un rato más y justo cuando me decidí a preguntarle a una pareja que se veía amable, éstos comenzaron a besarse. Más oportuno no pude ser.

Regresé al mismo lugar donde lo tomé, pues traté de convencerme que si en las computadoras sirve reiniciarlas, a lo mejor si yo volvía a entrar al toks, y le volvía a decir al gerente amable que no quería mesa, que necesitaba el teléfono para hablarle a la misma persona, y formularle la misma pregunta; cabrón, ¿cómo llego a tu casa?, me podría servir también. Supongo que lo desesperé porque terminó yendo por mí (no antes de burlarse).

Ese día quise todavía menos a los paristas...
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Amigo imaginario

Beto está poniendo examen. Escucha que un alumno está pensando en voz alta. Se inventa la historia que le platica a su amigo imaginario sobre el examen porque tss está bien difícil. Así permanecieron durante un buen rato y el diálogo entre el amigo y el alumno no tiene para cuando terminar. Entonces lo calla, le dice que está en examen (faltaba más). Le ponen jeta pero se calla. Sin embargo, la culpa le llega de pronto, ¿y si el amigo imaginario (de su alumno) se enoja con él?
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Puentes

Puntualidad

Nunca me había agradado tanto llegar puntual a alguna parte. Fue una puntualidad rara porque ni siquiera nos pusimos de acuerdo. Fue una casualidad. Llegué casi al mismo tiempo que el señor de los chicharrones. Ya no debo comerlos pero pedí unos para mantener vivas nuestras tradiciones. Me sorprendí al pedirlos con salsa.

Piensa en mí

Lo que intentaré hacer es una descripción (o algo parecido) de algunas cosas que sucedieron el día de hoy en el Bar Las Puentes. El Puentes es una cantina que está en el centro de la ciudad de Monterrey. A ese lugar voy desde 1998. El lugar no ha cambiado mucho. Cuando mucho el tarro de cerveza habrá aumentado cuatro pesos. Actualmente cuesta doce. No hay mucha variedad de bebidas pero las que hay no son muy caras. Tienen una radiola con canciones clásicas. Puedes encontrar desde Kiss hasta Rigo Tovar. A algunas de esas rolas les hemos cambiado la letra y las hacemos más divertidas.

Mientras escribía lo anterior me interrumpió un señor de la mesa de enfrente. Para esto yo quería sentarme en la barra pero descubrí que ya tengo lugar favorito y como estaba ocupado mejor me fui a una mesa (que al parecer también es mi favorita). Me puse a escribir y ahí fue cuando me interrumpió. Todo su jale era para decirme que me parezco a alguien que da clases en la facultad de contaduría en la metro. Ese alguien da clases de matemáticas. Sonreí y me limité a decirle mire usted qué casualidad, salud. Luego volteé a ver la televisión muda fingiendo ver con atención la joya cinematográfica de Rocky III. Seguí sonriendo porque me parece muy chistoso que la estrategia del personaje fuera la de recibir muchos golpes… la gracia consiste en que terminaba diciendo que él sabía lo que hacía pero eso no lo salvaba de la feroz putiza.

Al fondo, cuando me habló el tipo de la mesa de enfrente, se oía la canción que canta Luz Casal que lleva por nombre Piensa en mí. Eso me llevó al recuerdo de un señor llamado Pancho Moreno que me dijo que me parecía a unos que tenían un bar en alguna calle que está entre Cuauhtémoc y Pino Suárez. Pienso que más que encontrarme parecido a alguien se agüitó porque saludó a todos menos a mí (porque no nos conocemos nada más por eso) y por no dejar se inventó la historia. Eso me imagino yo.

Piensa en mí cuando sufras… cuando llores… también piensa en mí… cuando quieras quitarme la vida no la quiero para nada, para nada me sirve sin ti…

Esta canción la pusieron aproximadamente seis veces. Hubo protestas pero al señor no le importó. Hasta la gritaba con emoción para naaada me sirve sin tiiii… He de confesar que una de las últimas veces que la escuché me conmovió. Pero ya lo contaré más adelante.

Escándalo (Algo de suerte)

Después de un rato pusieron una canción que se llama Escándalo que dice no hagas caso de la gente, sigue la corriente y quiéreme más, que si esto es escandaloso es más vergonzoso no saber amar… Prefiero la versión de Marco Antonio Muñiz pero la que pusieron no estuvo mal.

Esa canción me hizo voltear a las paredes. No tiene nada de escandaloso pero antes había carteles o pósters de mujeres en bikini. Todavía quedan algunas pero las han ido quitando. En los espacios que han ido quitando los han ocupado con imágenes de los Beatles y de Jim Morrison. La que más me gustaba ver era a Heather Thomas. Ahora solamente queda una foto de ella. Antes tenían unas tres. También había uno de Maribel Guardia. Con ella, con ese póster, sucedió algo bien raro cuando Monterrey perdió la final contra Pumas. Por casualidad me senté en todos los partidos (los últimos seis o siete) pegado o enfrente de su imagen y Monterrey ganó siempre. Los partidos que perdió, los de la final, fueron los que vi en mi casa y por supuesto sin esa foto de la Maribel. Si fuera supersticioso diría que Monterrey perdió por mi culpa y por Maribel Guardia. Sería chistoso llegar alguna vez y decirle Maribel me caes mal porque por tu culpa perdió el Monterrey…

Rocky

Como ya mencioné en la televisión muda están pasando Rocky III y ya amenazaron con que sigue Rocky IV. Así, entre cheve y cheve, descubrí que tengo el mismo problema que Rocky (cuando lo noquearon en la III): tengo miedo. No tengo una esposa, como el personaje, que me diga que nunca me ha visto rendirse y eso me quebró. Tan alegre que estaba todo y por la película me puse triste. Efecto indeseado de la cheve a veces. Esa frase me llevó al sexto año y a la analogía chafa que hiciera (después) en donde la física hace las veces del campeón y mi rol es de retador. Mis aventuras decepcionantes de México y San Luis representaron dos visitas a la lona. El tercer round duró, igual que en la película, un montón. Al igual que en todas las películas de Rocky terminé madreado muy madreado.

Tal vez deba explicar que en sexto año vi Rocky IV y me marcó. ¿Por qué si lo tumbaban mil veces no se rendía? Puede ser que no sea el mejor ejemplo a seguir, y menos siendo un personaje de ficción, pero en el peor momento me aferré a eso. Daré información de más. Aprendí por ejemplo que no debo decir que algo me está costando un huevo pues de repente me empezó a doler uno. Ese malestar me duró un año. Se siente bien culero. No puedes estar sentado ni de pie ni acostado. Cualquier posición es incómoda. Cuando todo terminó, y ni siquiera puedo decir que haya ganado por nocaut, quedé muy jodido. Me quedó tos de fumador y no fumo, me salió un absceso en el cuello que nadie se atrevía a abrir y quitar todo de una vez (ganglios infartados o algo así). Me quitaron todo con medicamentos muy fuertes y sacando líquido una o dos veces por semana. Mientras tanto yo escribía mi tesis –los capítulos más “oscuros”, por así decirlo, los escribí en esa época- y todo el mundo me pedía paciencia y en el fondo empezaba a sentir que esto era más grande o más fuerte que yo. Claro nada más a mí se me ocurre ponerme en una situación así cuando bien pude tomarlo como una bendición y llevármela con calma pues no estaba becado y nadie me apuraba. Fue algo insoportable porque sentía la mirada burlona que me insinuaba te voy a volver a tumbar ,y de repente, como en la canciones de Caifanes, en una de esas caídas, ya no me iba a volver a levantar porque estaba muy cansado. ¡Tan cansado estuve que durante la defensa de mi tesis casi me quedo jetón!

Para acabar con esta parte puse la canción de Santana llamada Soul Sacrifice. Acabo con esta rola para contar que precisamente cuál es el miedo. Me costó mucho trabajo terminar el doctorado. Terminé jodido y eso es lo que me da miedo. Si le sigo, ¿cuánto me va a costar? ¿Qué nuevo dolor me va a dejar?

Nota: Además de los recuerdos la canción de piensa en mí no me ayudó mucho que digamos. En el tiempo que me tardé en escribir esa parte la pusieron tres veces seguidas.

¿A qué sabe tu olvido?

La intención original era la de contar algo completamente distinto. La película, las rolas y las cheves me llevaron por un camino inesperado. Admito que dos o tres veces se me salieron las lágrimas. Hubo un momento en que solamente nos quedamos dos –un señor que una vez le pidió al Silver, el de la barra, que le diera un foco. Nunca supe para qué lo quería-. Un ratito después llegaron otros dos. Su cotorreó fue diferente porque más que poner canciones en la radiola cantaron. La última que les oí cantar fue la de Tómate esta botella conmigo, y en el último trago nos vamos, quiero ver a que sabe tu olvido…

Me salí con la intención de comerme un bistec ranchero en el café Brasil así que ya no supe en qué terminó todo.
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